En nuestro trabajo tratamos a diario con personas que se quejan del mal comportamiento de sus perros. «Es muy nervioso», «Cuando juega no tiene límite» o «Es muy dominante con otros perros» son algunas de las frases que escuchamos habitualmente.
Estudiando cada caso, a veces nos damos cuenta de que la base del problema es, simplemente, que esta persona concreta no es la ideal para este perro, o al revés. De ahí la importancia de (cuando las circunstancias lo permitan) poder elegir nuestro perro ideal.
A pesar de que la elección de un perro conlleve innegablemente un componente emocional, esta decisión debería fundamentarse en razones meramente objetivas, como por ejemplo nuestro estilo de vida, el tiempo que vayamos a poder dedicar al perro o nuestra experiencia como guías caninos. Lamentablemente, esta decisión suele tomarse en base a motivos subjetivos, como por ejemplo nuestro gusto por una determinada estética o el recuerdo de un perro que vimos en una película… siendo este el origen de algunos de los problemas que en el futuro tendremos con nuestro perro.
*** Algunos factores que deberían ser determinantes a la hora de elegir nuestro compañero idóneo:
– Nuestras condiciones de vida. Es recomendable acondicionar el domicilio y reservar un espacio idóneo para el descanso del perro. Si, por ejemplo, vivimos en un piso muy pequeño sin apenas espacio, no parece lógico querer meter un San Bernardo… por más que nos guste ese tipo de perro.
– Nuestro nivel de actividad/estilo de vida. Una persona pasiva y sedentaria no debería nunca decantarse por un perro muy activo… por muy bonito que le parezca. El perro no es un artículo de moda, ni tampoco un juguete que podamos desconectar y guardar en un cajón… sino que necesitará cada día de su vida que le proporcionemos ejercicio físico y mental (y dará igual que nosotros estemos cansados, enfermos u ocupados…). La convivencia con un perro muy activo puede ser ideal para mí, y sin embargo resultar un auténtico tormento para por ejemplo mis padres.
– Nuestra pericia y experiencia como guías caninos. En este punto pondremos un par de ejemplos:
a) Hace unos años gracias al cine se pusieron de moda los perros nórdicos. Muchos corrieron a comprar o adoptar estas razas empujados por su bonita estética… sin entrar a valorar algunos aspectos de su particular carácter. Lo mismo sucede con algunas de las denominadas «razas fuertes», perros muy nobles y leales, que en manos equivocadas pueden convertirse en un peligro para la sociedad.
b) Supongamos que queremos adoptar y para ello vamos a una perrera. Una vez allí, nos llama poderosamente la atención un perrito adorable que, por las razones que sea (maltrato por parte de humanos, mala impronta, etc.), tiene una serie de traumas. Empujados por un sentimiento de pena, decidimos adoptarle. Vaya por delante que adoptar un perro y darle una segunda oportunidad siempre es una opción acertada. Sin embargo, en este caso concreto, sería deseable que contásemos con los conocimientos y la experiencia para poder rehabilitar a ese perro y así poder ofrecerle una vida plena (y si no contásemos con ese conocimiento, que contactáramos con algún profesional que pueda ayudarnos). En esta situación además deberámos tener claro que adoptar un perro con problemas implica aceptar una responsabilidad que, a la hora de la verdad, no todo el mundo está dispuesto a asumir…porque una cosa es la satisfacción inmediata por la buena acción realizada, y otra la paciencia y voluntad inquebrantable que necesitaremos día tras día para afrontar las complicaciones que se nos vayan presentando. Por eso, también en estos casos, debemos tomar nuestras decisiones sopesando elementos objetivos por delante de nuestros sentimientos.
Esperamos que estas pautas os sean de utilidad.
Por nuestra parte, estaremos encantados de asesorar a quienes soliciten nuestra ayuda para elegir a su compañero ideal.
El equipo de DOS adiestramiento.